Aburrido y apático de la vida, decidí teclear en Google las palabras «voluntariado» y «elefantes». Hice clic en el primer enlace, que resultó estar en Tailandia. Esa misma noche pagué los vuelos y la fianza. ¿Impulsivo? Sí. ¿Merece la pena? Enormemente.
He aquí las 10 lecciones más importantes que extraje de la experiencia y por qué recomendaría a cualquiera que se embarcara en una aventura similar.
1. Aprendí que soy más fuerte de lo que esperaba.
Emocional, mental y físicamente, descubrí de qué estaba hecho. La decisión de ser voluntario fue un enorme salto a lo desconocido y fue de todo: abrumador, surrealista, transformador, agotador e increíble. Desenterré reservas de independencia, resistencia, valor y trabajo duro. Largas jornadas, calor agobiante, trabajo físico intenso, noches sin dormir y choques culturales son una mezcla embriagadora.
2. Aprendí a sentirme cómodo solo.
La gente suele sentirse incómoda con quienes cenan solos o van a ver una película solos. Aunque estreché inmensos lazos con mis compañeros voluntarios, la experiencia me enseñó a estar bien haciendo algo sólo para mí.
3. Me he dado cuenta de que necesito darme tiempo.
Cuando sales de tu zona de confort, tu instinto te impulsa a volver corriendo a ella. No disfruté de mi primer día de voluntariado. El segundo fue sólo ligeramente mejor. La frase que flotó en mi cerebro fue ‘renunciar o comprometerse’. Decidí comprometerme. Mirando atrás, me doy cuenta de que si hubiera abandonado a la primera señal de problemas, nunca habría tenido todos los recuerdos, experiencias y fotos que atesoro hoy.
4. No necesito mucho.
Inexperto en lanzarme al gran mundo durante largos periodos, hice una maleta que podría haber servido de bote salvavidas para los supervivientes del Titanic. Tendía a llevar la misma ropa una y otra vez, apenas utilizaba cepillo, no usaba el secador ni una sola vez y probablemente me ponía los mismos calcetines más veces de las recomendadas.
5. La naturaleza es un despertador increíble.
Siempre me despertaba antes del despertador con las llamadas de los gibones, las trompetas de los elefantes y los aullidos de los perros territoriales. Esto era preferible a darle a «snooze» porquinta vez.
6. Personas muy diferentes pueden unirse por una causa.
El voluntariado atrae a una mezcla amplia y variada de personas. Todos los países, culturas, credos y colores pueden conectarse cuando están animados por el único deseo de ayudar.
7. El blanco… no es tu color.
Bueno para las novias… no tan bueno para los voluntarios. La ropa blanca se ensuciará si insistes en ponértela para limpiar recintos de osos, ir a nadar y talar plataneros.
8. Algo te guiará hacia donde debes ir.
Mi deseo de ser voluntaria fue un relámpago. Lo que surgió fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida.
9. Cuidar animales es un trabajo de 24 horas al día, 7 días a la semana.
Mi puesto trabajando con elefantes era exigente. Los voluntarios y el personal cuidaron incansablemente de los animales. Los veterinarios, en particular, dedicaron incontables horas.
10. ¡SÓLO HAZLO!
La mejor lección que aprendí, y que me ha servido para la vida en general, es hacer algo sin más: sin aplazamientos, sin dudas y sin arrepentimientos. El voluntariado es una de las mejores cosas que puedes hacer. Confía en mí.
por Kayleigh Parker
Kayleigh fue voluntaria de WFFT durante 6 semanas en 2013. Los honorarios de los voluntarios ascendieron a 1395 euros.
